martes, 15 de abril de 2008

Estructura antropológica de la moralidad

Una de las maneras de expresar gráficamente la trama de relaciones que se dan entre los ACTOS, LOS HABITOS, EL MODO DE SER, etc. del ser humano, que conforman la estructura de la moralidad, podría ser una figura concéntrica donde, manteniendo un orden 'por capas', los números 1, 2, 3, 4 representen los estratos siguientes, dejando el número 1 al centro, como núcleo generador:


4. Los ACTOS

3. Los HABITOS

2. El MODO DE SER - CARACTER - MORADA - PERSONALIDAD

1. El YO INTIMO, LIBRE y PERSONAL.




4. Los ACTOS son la expresión de los Hábitos, brotan de los Hábitos; a su vez, son los que crean los Hábitos.


3. Los Hábitos son engendrados por la repetición de actos. Los Hábitos cumplen una función dual:



Por una parte, crean pautas conductuales que, en el fondo, parecen automatizar al hombre; por ello es inevitable observar un dejo de mecanicismo que condiciona la libertad y puede crear una malla de conductas que se podría caracterizar como 'rutina'.



Por otro lado, si bien es cierto que tienen la tendencia a mecanizar o rutinizar las conductas del hombre, pueden también representar, por lo mismo, una ayuda o apoyo, en el sentido de que al automatizar las acciones más triviales o accesorias, necesarias para la sobrevivencia (a saber: hábitos de responsabilidad en el trabajo, en el estudio, etc.), permiten al hombre quedar más libre para lo que sea importante: pensar, crear, etc.


2. El MODO DE SER - CARACTER - MORADA - PERSONALIDAD: El carácter es la síntesis de los Hábitos y Actos, que al fraguarse o sedimentarse, forman, a su vez, el carácter o modo de ser.


1. El Yo Personal, íntimo, es la esfera de la libertad espiritual en donde se gestan aquellas respuestas que pueden, si así se estima, saltarse los hábitos y el modo de ser, para actuar bien o mal. Es el lugar en donde germinan las acciones y actitudes nuevas, según la presión del medio interior (conciencia moral) o medio exterior (sociedad, costumbres, etc.). En el fondo, aquí es donde se muestra en toda su profundidad la complejidad del ser humano.


Dos perspectivas, por tanto, son posibles sobre nuestro yo. Bajo una perspectiva centrípeta vemos cómo nuestros ACTOS se van sedimentando en HABITOS que, estructurados íntimamente, 'nos hacen llegar a ser aquello que hacemos o hicimos'. Bajo una perspectiva centrífuga, por el contrario, veremos cómo nuestro carácter, nuestra personalidad moral o modo de ser adquirido o segunda naturaleza, intenta manifestarse al exterior por medio de actos libremente elegidos, a espaldas o en contra muchas veces del determinismo o automatismo impuesto o propiciado por los HABITOS.


Así pues, para completar el gráfico con que hemos pretendido representar los tres niveles de la vida moral, debemos dibujar un cuarto círculo concéntrico dentro del más pequeño, el del carácter. Sería el círculo del YO, del ESPIRITU LIBRE, capaz en un momento dado de la vida, de remontarse y saltar sobre la barrera del carácter y de los hábitos y alumbrar un acto absolutamente nuevo, original, indeterminado: libre.


La posibilidad de actos como el arrepentimiento y la conversión no tendrían otra explicación que la posibilidad de escapar al determinismo de la segunda naturaleza.

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